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Feliciano

Texto escrito el 6 de mayo de 2010

Hubo una vez, en alguna parte de este planeta, una persona que fue tan tan feliz que ni siquiera llegó a conocer el salado sabor de una lagrima. Este hombre nació con una sonrisa tan amplia que su madre al verle clamó al cielo «Mi hijo será el hombre más feliz sobre la tierra» y decidió llamarle Feliciano. Y desgraciadamente así fue.

Feliciano, al ser palmeado por el médico al nacer, rió en vez de llorar. En sus años escolares fue, con diferencia, el chico más risueño de su escuela.Tuvo la juventud más alegre imaginable y de adulto ya era la persona más dichosa sobre la faz de la tierra. Este hombre era tan tan feliz que todos le envidiaban. Todos envidiaban su asombrosa capacidad de  no parar de sonreír durante todo el día, de que todo le pareciera bien y que nunca se disgustara por nada:  Cualquier trabajo, mujer, amigos o posesión que tuviera le eran suficiente para estar satisfecho. Se podría decir que era una persona tan conformista que hubiera sido feliz  viviendo en un pozo de mierda.

Sin embargo, aunque Feliciano fue envidiado por todos los demás, en un tardío momento de su existencia él percibió la extraña sensación de que en su vida había faltado algo muy imporante: Él nunca había conocido el sufrimiento, no conocía el dolor, ni sabía lo que era sufrir por amor. Nunca se había sentido rechazado, ni había sentido enojo, ni tristeza, ni agobio ni ningún otro sentimiento de los que comúnmente el resto de la gente catalogaba como negativos.

Fue tal el deseo que Feliciano empezó a tener por degustar la infelicidad que decidió pasar horas y horas en hospitales, tanatorios y entierros con afán de conseguir que los allí presentes le contagiaran algún sentimiento de pena, tristeza o dolor. ¿Imagináis que espectáculo más ridículo era ver a una persona desconocida sonriendo en un velatorio? ¿o en la sala de espera de un hospital donde la gente vela por sus familiares enfermos?

Feliciano acabó muriendo sin haber conocido ningún otro sentimiento que no fuera la felicidad. Se puede decir que tuvo la vida más felizmente infeliz que se pudiera imaginar. ¡Pobre hombre!

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