Texto escrito el 26 de Mayo de 2010
Resulta que últimamente he estado pensando en la importancia que tiene el tiempo. Y no me refiero al tiempo desde el punto de vista climático sino al tiempo que cada uno de nosotros tenemos para nuestro disfrute personal. Ese poquito tiempo que nos queda cada día para hacer las cosas que realmente nos gusta hacer. He hecho cuentas y entre unas cosas y otras a mi solo me quedan unas tres o cuatro horas diarias aparte de los fines de semana. Tres o cuatro horas para hacer lo que realmente me gusta hacer de un total de veinticuatro horas. Esas horas las invierto en estar con la perra y hacer deporte que es lo que ahora me llena. Aun así, aun teniendo solo tres o cuatro horas diarias, me puedo considerar una persona muy afortunada ya que hay mucha gente que no tiene ninguna y anda todo el día a contra reloj. No entiendo por qué la sociedad esta montada de tal manera que la mayoría de la gente solo puede hacer uso de dos o tres horas diarias para su disfrute hasta que se jubila. Lo peor no es que sea así, lo peor es que la gente ya ha asumido que esto debe ser así, que lo normal es salir de casa a las siete de la mañana y llegar a las siete de la tarde (con suerte) cinco días a la semana (con suerte). ¿Cuando me jubile tendré la salud necesaria para hacer lo que me gusta? Es posible, pero nadie me lo asegura. Es más, ni siquiera me aseguran que seguiré vivo. Seguramente cuando llegue la edad de jubilación tendré una salud más adecuada a estar todo el día sentado en una oficina que a estar corriendo por la montaña.
Cada día estoy más seguro de lo que quiero: Tiempo. Y lo quiero ahora no cuando me jubile.
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