“Es imposible.”
“Demasiada gente para tan pocas plazas.”
“No vale la pena intentarlo.”
“No pierdas el tiempo.”

¿Cuántas veces escuché esto cuando empecé a opositar? Muchas. Demasiadas, la verdad. Han pasado casi 14 años desde aquello, y con el tiempo he entendido cosas que al principio no veía. Una de ellas es lo que yo llamo la Teoría del Espejismo del Embudo. Algo que llevo días dándole vueltas (últimamente pienso demasiado). A ver si soy capaz de explicártelo.

Básicamente, esta teoría va de cómo la gente se deja impresionar por los números. Por estadísticas que no ponen en perspectiva. Ven cifras grandes y piensan que algo es casi imposible. Y muchas veces, solo por eso, ni lo intentan.

Lo veo en todos lados: en las oposiciones, en los cursos, en el emprendimiento… Pero vamos a centrarnos en lo nuestro: las oposiciones.

Cuando alguien se plantea opositar, lo primero que hace es intentar comprender cuáles son sus “posibilidades reales” para decidir si vale la pena intentarlo. Y ahí, amig@, es donde comete su primer error. Mira el número de inscritos, mira el número de plazas… y hace una cuenta rápida:

Inscritos / Plazas = Posibilidades

“Si hay 1.000 personas para 50 plazas, tengo 1 posibilidad entre 20”, ¿no?

¡Pues no! Error de cálculo.

El verdadero significado del embudo

Aquí es donde entra la Teoría del Espejismo del Embudo. Porque no es lo mismo pensar que tienes 1 posibilidad entre 20, que saber que, si haces las cosas bien, realmente estás jugando 1 entre 3. Y esa diferencia cambia completamente la forma en la que ves las cosas.

Imagina un embudo enorme lleno de agujeros. Arriba entra todo el mundo. Todos los inscritos en la convocatoria. Mil personas. Pero desde el primer día, ese embudo empieza a filtrar.

Los primeros en quedarse fuera son los que no tienen constancia. Algunos se apuntaron “por probar”. Otros empiezan con muchas ganas, pero a la mínima se vienen abajo. Un mal día, una semana de bajón… y ya está, fuera. No aguantan el ritmo. De los 1.000 que había, ya solo quedan unos 700.

Luego el embudo se estrecha un poco más y se caen los que no hacen esfuerzo real. Los que estudian “a ratos”, los que se justifican, los que se cuentan a sí mismos que están haciendo algo… pero en realidad no ponen el trabajo. Aquí el embudo vuelve a filtrar y nos quedamos con unos 500.

Después vienen los que no tienen foco. Tienen muchos frentes abiertos, van saltando de un proyecto a otro o de una convocatoria a otra… Y así, poco a poco, se van perdiendo por el camino. De los 1.000 que empezaron, ya solo quedan unos 300.

Por último, están los que son constantes, tienen foco, pero les falta algo: un método. De nada sirve subir la escalera si la apoyas en la pared equivocada. Quizás tarden años en entender cuál es la manera correcta de hacerlo, pero mientras tanto, siguen engrosando las estadísticas. Si quitamos estos, nos quedamos con unos 150 de los 1.000 que empezaron.

Si tú eres capaz de cumplir esos cuatro requisitos que solo dependen de ti —constancia, esfuerzo, foco y método—, esos 150 son tu verdadera competencia para esas 50 plazas. No los mil del principio. Tu competencia real está entre los que de verdad mantienen esas cuatro cosas.

La ilusión del número

Ya no estás jugando 1 entre 20, como cree la mayoría. Estás jugando 1 entre 3. Y eso cambia todo.

El embudo genera un espejismo porque desde fuera parece que hay muchísima gente, pero desde dentro compruebas que la mayoría se queda por el camino. Por eso no tiene sentido compararse con la parte alta: ahí está el ruido, no la competencia real. La verdadera oposición ocurre abajo, entre quienes sostienen los cuatro pilares.

Esto fue algo que aprendí en mi proceso de oposición y que veo constantemente en los talleres que trabajo. Ahora te toca a ti decidir hasta qué parte del embudo vas a llegar.

Ilustración del embudo MétodoTEST

Por: Ian Garzón – Creador de MétodoTEST
Psicólogo, Bombero y Coach de Opositores
iangarzon@metodotest.es